Blogia
Cartas a Michelle

MICHELLE, NO TRAICIONES A TU PADRE

 

Ejército sigue enviando personal a la Escuela de las Américas,

donde oficiales yanquis han preparado a generaciones de torturadores y asesinos,

entre ellos, los que causaron la muerte del Gral. Bachelet       

Por Raúl Gutiérrez V., editor de GRANVALPARAISO.CL(07/09/06)      

CONSTERNACIÓN, ESE ES el sentimiento, señora Presidenta, que debe haber embargado a miles de chilenos que presenciaron la entrevista que hizo Fernando Paulsen en su programa “Última Mirada”, de Chilevisión, al sacerdote norteamericano Roy Bourgeois y a la misionera laica Liza Sullivan, quienes vinieron a Chile a pedir que el Gobierno deje de enviar efectivos del Ejército a entrenarse a la siniestra Escuela de Las Américas. Ese plantel goza de siniestra reputación internacional y es el responsable ideológico de miles de desapariciones y torturas, ya que desde mediados de la década de los 50 viene formando cuadros militares de los pobres paisitos sudamericanos, vasallos de EEUU, en la mentalidad de enemigo interno, la cual lleva a las Fuerzas Armadas a combatir a sectores de sus propios ciudadanos en una lucha tan desigual como cobarde.         

La mentalidad que se forma o, mejor dicho, el vaciado de cerebro que tiene lugar en ese plantel es lo que explica que uniformados que eran en sus comienzos personas honestas, responsables, orgullosas del papel que la Patria les confiere al entregarles el monopolio de las armas, degeneren en sádicos torturadores, implacables ante el dolor que injustamente ocasionan, monstruos que torturan a mujeres embarazadas y sacerdotes ejemplares, individuos capaces de infligir tormentos físicos y psíquicos a detenidos que permanecen en esa condición sin ninguna orden judicial. Individuos formados en esa Escuela de Las Américas son los que no sólo asesinaron en medio de una crueldad inconcebible a miles de detenidos en nuestros países, sino que, con posterioridad, los hicieron desaparecer, incluso lanzándolos vivos al mar.         

El padre Roy señala que la Escuela de las Américas se llama ahora Instituto de Cooperación Regional Hemisférica y dirige el observatorio de las Escuelas de las Américas, cuya sigla en inglés es SOAW. De esa escuela han salido más de tres mil personas y entre ellos figuran varios de los más destacados torturadores y asesinos que hicieron de las suyas durante la dictadura militar.       

El sacerdote y la misionera informaron a los chilenos que ignorábamos por completo esta situación y no podíamos dar crédito a lo que oíamos y escuchábamos: que Chile sigue enviando efectivos del Ejército a esta escuela que opera con otro nombre, sólo con fines cosméticos. Quisiera creer que usted, señora Presidenta, lo ignoraba, pero en verdad cuesta creerlo, ya que usted se desempeñó no hace mucho como Ministro de Defensa y gustaba encaramarse a tanques y otros instrumentos de destrucción, a bordo de los cuales inició su triunfal recorrido al palacio de la Moneda. Peor vaya uno a saber la verdad, tal vez nunca llegó a enterarse de esta catastrófica verdad porque los altos mandos se la ocultaron.      Países con cierta dignidad nacional han escapado a esta férula y para evitar la contaminación de sus efectivos militares ya no los mandan a la Escuela de Las Américas, señora Presidenta. Entre esos países dignos figuran Venezuela, Uruguay, Argentina y Bolivia. Para sorpresa de los chilenos, nuestro Ejército sigue enviando efectivos a ese antro de formación de asesinos y torturadores y es el país que más efectivos ha despachado en los últimos años, con la sola excepción de Colombia, que ha vendido su alma al diablo, es decir a George W. Bush, en nombre de la lucha contra el narcotráfico.         

Esta temática no puede serle ajena, señora Presidenta, porque su padre murió víctima de las torturas, si no durante una sesión de tormentos, a todas luces a consecuencia de los mismos. Lo más tremendo es que ante las cámaras de televisión el sacerdote y la misionera informaron a los chilenos que al entrevistarse con la Ministro de Defensa, Vivianne Blanlot, ésta escuchó con evidente simpatía las consideraciones del dúo y la petición que hacían de que Chile dejase de enviar efectivos a la Escuela de las Américas, por cuyo cierre miles de ciudadanos norteamericanos vienen presionando desde hace años, esgrimiendo razones tanto de conciencia como económicas. El propio sacerdote Bourgeois, que obtuvo la máxima condecoración militar que su país entrega a un soldado en acción, la Estrella Púrpura, por su desempeño en Vietnam, ha pasado varias temporadas en la cárcel a causa de su lucha no violenta para conseguir la eliminación de esta escuela de torturadores y asesinos. Ha afrontado este calvario movido por su fe cristiana y por la convicción que le asiste del enorme sufrimiento del que es responsable de asistencia y el funcionamiento de este antro.         

La ministra Blanlot respondió que ella estaba en condiciones únicamente de sugerir al Ejército el término del envío de estas misiones, ante la sorpresa del sacerdote y la misionera, que creían que en Chile el poder militar estaba de veras supeditado a la autoridad democráticamente electa. Incurriendo tal vez en ingenuidad le pidieron que transmitieran esta solicitud a usted misma, señora Presidenta. Tal vez habían escuchado que usted es la Generalísima de las Fuerzas Armadas y pensaron que era un resorte exclusivo suyo dictar la instrucción correspondiente. Pocos días después el sacerdote y la misionera concurrieron nuevamente a La Moneda para enterarse del resultado de la petición, pero esta vez la ministro Blanlot no los recibió y nadie quiso hacerse cargo de ellos en el Palacio de la Moneda. 

Señora Presidenta, en los próximos días presidirá usted una nueva Parada Militar, le rendirán honores y el país se creerá la fábula de que usted es quien tiene el poder sobre esas Fuerzas Armadas que tan caro nos salen a todos los ciudadanos. De veras, nunca antes el Ejército, la Aviación y la Armada habían estado tan “empoderadas”, como se dice ahora, gracias al espectacular incremento que ha experimentado en los últimos años el precio internacional del cobre. Esas Fuerzas Armadas son más poderosas que nunca antes y manejan recursos inimaginables. Curiosamente nadie ha salido a decir que esos recursos deben manejarse sensatamente o que deben ahorrarse, a diferencia de lo que sucede con el superávit que acumula el presupuesto fiscal y que podría ser destinado a solucionar tantos problemas sociales acuciantes que afligen a millones de chilenos pobres o modestos, pero que les son ahora negados en nombre de la “prudencia” y de la salvaguardia de los equilibrios macroeconómicos.           

Si usted es definitivamente la que detenta el poder, señora Presidenta, imparta simplemente la instrucción que corresponde y logre que el Ejército deje de enviar efectivos a ese establecimiento. Si carece en verdad de esa atribución, si el Ejército tiene autonomía para seguir contaminando la mentalidad de muchos efectivos con una doctrina que atenta contra la dignidad de las personas y propicia la violación de los Derechos Humanos, entonces tenga, señora Presidenta, el coraje de hablarle claro a su pueblo y de decirle la verdad.          

Al día siguiente de su triunfo definitivo en las urnas, usted concurrió a rendir homenaje a su padre, el General Alberto Bachelet, y en ese homenaje muchos de quienes fuimos de una u otra manera víctimas de la brutalidad de la dictadura de Pinochet, nos sentimos interpretados y acogidos. Pero ese homenaje no pasaría de ser un gesto vano si usted, señora Presidenta, no da la orden que fluye de una exigencia ética ineludible o si no tiene el coraje de exponerle al país que la transición es una farsa y que las Fuerzas Armadas chilenas, más poderosas que nunca antes, no están supeditadas, a pesar de las apariencias, al poder democrático que usted representa. Si usted no da esa orden o no hace ese reconocimiento ante los chilenos de alguna manera, señora Presidenta, y perdone la rudeza con que se lo planteo, aunque le aseguro que lo hago con todo respeto, estará usted traicionando la memoria de su padre.    

0 comentarios